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247 º aniversario del natalicio de nuestro Gran Almirante

Guillermo Brown nació el 22 de junio de 1777 en Foxford, pueblo del Condado de Mayo, en el entonces Reino de Irlanda.


sábado 22, junio 2024

Hijo de padres católicos, creció en una Irlanda perseguida religiosamente. Esta intolerancia religiosa arruinó el taller que los Brown tenían en el país y de niño fue llevado por su padre a los Estados Unidos de Norteamérica, donde quedó huérfano llegando a la adolescencia. 

Fue así que la vida empezaba a mojarlo con agua de mar y ésta a inundar su alma ya que, apenas huérfano se embarcó como grumete en un barco norteamericano a orillas del Delaware, en pleno apogeo de la marina a vela. Viajó por el Atlántico Norte y Sur; por el Caribe, y ya en 1796 – con tan sólo 19 años – había llegado al grado de capitán. 

El 29 de julio de 1809 contrajo enlace con Elizabeth Chitty, en el condado norteamericano de Middlessex. Al finalizar ese año, Brown arribó al Río de la Plata a bordo del Belmond, radicándose como armador en Montevideo para luego dedicarse al comercio, extendiéndose desde el Río de la Plata hasta Chile, hasta que los españoles de Montevideo le apresaron una nave y él les capturó otra. 

Desde entonces se unió a la causa patriota, se abrazó a nuestra bandera por amor y a su profesión por la gloria. El amor a la libertad, por el derecho a vivir sin sometimientos, fue la fuerza vital que lo llevó a abrazarse a la causa de nuestra incipiente emancipación. 

Luchó por la Libertad de América del Sur, como José de San Martín y Simón Bolívar. Fue ejemplo de valores éticos y morales. Sencillo hasta la timidez, el Gran Almirante, amaba a los niños, la música y las plantas. Hasta que sonaba el zafarrancho de combate y se lo veía subir al puente – fiel a una antigua costumbre de marinos y corsarios – vestido con su mejor uniforme, luciendo sus medallas y la espada de Juncal; y en las naves enemigas se escuchaba correr la noticia: “¡Brown está en su puesto!”. 

“¡Fuego rasante que el pueblo nos contempla!” (Orden General en Los Pozos); éste era Brown, sabía que el militar se debe por entero al pueblo que lo arma, únicamente para la defensa de su honor y de su libertad. Amó nuestra tierra y jugó el destino de su vida abrazado a la causa de Mayo.  

Él pertenecía al mar y a su gente: a sus capitanes – a los que exigía hasta el sacrificio y coraje ciego, por saberlos duchos y veteranos – y a sus “mochachos”, como llamaba a marineros e infantes embarcados, demostrando su natural modestia y bondad de alma.  

Fue argentino en su corazón, respondiendo sólo al zafarrancho que llamaba a defender su patria por adopción en el mar; demostrando su valentía hasta la temeridad en el combate y su tenaz persecución de la victoria. “Si fue grande en el triunfo, lo fue más aún en la derrota”, se dijo de él. 

El pueblo lo tuvo por héroe predilecto y la Armada lo eligió como Padre, ya que con heroísmo propio y respeto por el heroísmo del adversario, acompañado de pasta hidalga y caballeresca, enseñó que el gaucho también podía ser marino. Su valentía, bondad, nobleza y lealtad por este suelo, lo llevaron a ser considerado en vida gloria nacional. 

Llegada su hora, el 3 de marzo de 1857, en su lecho de muerte le expresó al Comodoro Murature: “Comprendo que pronto cambiaremos de fondeadero, ya tengo el práctico a bordo”.  

Murió en su querida Buenos Aires, en su quinta de Barracas acompañado por el Capellán de los irlandeses, su confesor y amigo, el Padre Fahi quien manifestó que Brown esperaba con la dignidad y serenidad más completa su última hora y entregaba su alma en manos del Creador, poseído de su ilimitada confianza. 

El cementerio de la Recoleta fue el escenario en el cual el General Mitre, frente a su sepulcro, pronunció su mejor pieza oratoria: “Brown en la vida, de pie sobre la popa de su bajel, valía para nosotros una flota. Brown, en el sepulcro, simboliza con su nombre toda nuestra historia naval”. Mientras que, en Irlanda, su ciudad natal de Mayo lloraba su partida.  

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