A Guillermo Brown el pueblo lo tuvo por héroe predilecto y la Armada lo eligió como Padre, ya que con heroísmo propio y respeto por el heroísmo del adversario, acompañado de pasta hidalga y caballeresca, enseñó que el gaucho también podía ser marino. Su valentía, bondad, nobleza y lealtad por este suelo, lo llevaron a […]

A Guillermo Brown el pueblo lo tuvo por héroe predilecto y la Armada lo eligió como Padre, ya que con heroísmo propio y respeto por el heroísmo del adversario, acompañado de pasta hidalga y caballeresca, enseñó que el gaucho también podía ser marino. Su valentía, bondad, nobleza y lealtad por este suelo, lo llevaron a ser considerado en vida gloria nacional.

Nació en Foxford, Condado de Mayo, el 22 de junio de 1777. En su época reinaba la intolerancia religiosa y su patria Irlanda se debatía por su libertad.

Viajó a Estados Unidos con su padre en busca de un futuro mejor para sus hermanos. Pero a poco de llegar, éste falleció, quedando huérfano y en un país extraño. Pronto inició su carrera de hombre de mar, desde abajo y en plena adolescencia. Era el apogeo de la marina de vela. La carrera era dura y muchos no sobrevivían a ello; pero Brown viajó por el Atlántico Norte y Sur y por el Caribe. Ya en 1796, muy joven, tenía patente de capitán.

En época permanentemente de guerras, fue apresado y pasó a formar parte primero de una nave inglesa y luego de una francesa. Sometido a prisión en Francia, escapó dos veces de difíciles cárceles, llevando en sus hombros a un coronel inglés herido la segunda vez.

En 1809 llegó por primera vez al Río de la Plata, ese mismo año se casó en Inglaterra, el irlandés católico, con Isabel Chitty, inglesa y protestante. Lo hicieron por las dos iglesias y se prometieron educar a sus hijos varones en la religión del padre y a las mujeres en la de la madre, ejemplo de tolerancia y amplitud de criterio para esa época.

En 1811, Brown llegó a nuestro país por primera vez y se dedicó al comercio en el Río de la Plata, extendiendo sus negocios hasta Chile. Acusado de contrabandista los españoles de Montevideo le apresaron una nave y él, en golpe de mano, les capturó otra. Desde entonces se acercó a la causa patriota para servir a nuestro país hasta la muerte.

Campañas de libertad

En 1814 fue el momento de las campañas, con tres épicas jornadas: Martín García, Arroyo de la China –donde la incipiente Escuadra fue derrotada– y Montevideo –la batalla decisiva, que batió el poderío realista del Río de la Plata y provocó la caída de Montevideo–.

Lo hizo con naves mercantes, improvisadas como navíos de guerra, con tripulaciones heterogéneas de ingleses, franceses, irlandeses y norteamericanos, mercantes o aventureros; con tripulación completada con levas, tropa criolla que se mareaba por bisoña y con penados extraídos de las cárceles. Sólo él, con su espíritu indomable, podía hacer de esa masa heterogénea e inquieta, tripulaciones ardorosas y entusiastas, que plasmaron la victoria.

La Batalla de Montevideo: el momento decisivo

Luego de producido el movimiento revolucionario de Mayo de 1810, el Cabildo de Montevideo resolvió no subordinarse a la Junta de Gobierno de Buenos Aires. Ante ese hecho el gobierno patriota envió a la Banda Oriental al doctor Juan José Paso para tratar de lograr el sometimiento de Montevideo a su autoridad, pero el enviado fracasó en su gestión y fue así como quedaron abiertas las hostilidades entre ambas ciudades.

Buenos Aires destacó fuerzas a la Banda Oriental al mando de Rondeau y en Mayo de 1811 sitian Montevideo. El asedio duró hasta octubre de ese mismo año, al firmarse un armisticio entre nuestra junta de Gobierno y el Gobernador de Montevideo. Una nueva ruptura de las relaciones trajo aparejado un segundo sitio a esa ciudad, que se inicia en octubre de 1812.

Llegamos a 1814 y Montevideo continúa resistiendo el asedio. La razón de ello es el continuo flujo de aprovisionamientos que los sitiados reciben a través de su puerto, transportado por naves españolas. El Almirante Guillermo Brown, que había sido designado Comandante de la Escuadra, sostiene ante las autoridades nacionales que de no establecerse un bloqueo al puerto de la plaza sitiada, ésta podría resistir por mucho tiempo el cerco de nuestras fuerzas.

Era imperioso que Montevideo cayese, pues de lo contrario la corona española podía utilizar esa ciudad para lanzar un gran ataque sobre Buenos Aires. Para llevar a cabo el plan de Brown se dispuso el envío de una fuerza naval integrada por: la fragata «Hércules”, en la cual Brown enarbolaba su insignia; las corbetas «Belfast” al mando de Oliverio Russell y “Céfiro» a órdenes de Santiago King; el bergantín “Nancy” que comandaba Ricardo Leech y la goleta «Juliet” a cargo de Guillermo Mac Dougall.

Zarparon de Buenos Aires el 14 de abril de 1814 y seis días después iniciaban el bloqueo al puerto montevideano. Mientras tanto, el General Carlos María de Alvear había reemplazado al General Rondeau en el mando de las tropas que sitiaban aquella ciudad, cuando éste designado Jefe del Ejército del Norte.

 

A los pocos días de iniciado el bloqueo la fuerza de Brown fue reforzado con la corbeta «Agreable» que mandaba Antonio Lamarca; la sumaca “Santísima Trinidad» a órdenes de Ángel Hubac; y el falucho “San Luis” cuyo comando ejercía Guillermo Clark. El 16 de mayo se incorporó la sumaca “Itatí”.

Las fuerzas que se enfrentaron en los sucesivos combates durante cuatro días eran relativamente parejas. La flota de Brown se componía de 9 naves armadas con 147 cañones mientras que la escuadra realista estaba integrada por 11 buques con 155 cañones. En esa lucha hubo un factor que fue determinante en el resultado final: la diferencia de conducción de ambas fuerzas. La Escuadrilla de las Provincias Unidas del Río de la Plata tuvo a su frente un jefe valeroso, audaz y sereno.

Las acciones navales se inician el 14 de mayo, cuando la flota realista zarpa de Montevideo para hacer frente a nuestra fuerza. En tales momentos Brown concibe el plan de combate. Simulará que se retira mar afuera para que los realistas vayan en su persecución; luego efectuará un cambio de rumbo para interponerse entre la fuerza española y Montevideo y por último les presentará batalla. Cumplidas las etapas previstas por Brown se produce un breve encuentro, pero la falta de viento que inmoviliza a las naves, interrumpe la lucha.

Ese día hubo que lamentar la pérdida del falucho “San Luis” que fue aprisionado por los realistas al quedarse rezagado. Durante el día 15, en razón de la calma reinante que impide el movimiento de los buques, no se produce ninguna acción de combate. El día 16 Brown se traslada a la sumaca «ltatí» para dirigir desde ella las operaciones, pues se trata de una nave de buen andar. El rebote de una bala de cañón le fractura una pierna y por ello regresa a la «Hércules».

Esta nave, conjuntamente con la corbeta «Belfast», inicia un cañoneo sobre la flota realista y luego los restantes buques patriotas se acoplan al combate. Logran cortar la línea enemiga y luego de un duro enfrentamiento la «Hércules» logra rendir al bergantín español «San José» mientras que la «Belfast» hace lo propio con la fragata “Neptuno»; por su parte la «Céfiro” apresa a la corbeta “Paloma”.

Prosiguen las acciones bélicas que se suspenden cuando el resto de la escuadra enemiga consigue desaparecer en la oscuridad de la noche, luego de haber sufrido el apresamiento de tres buques.

En las primeras horas del día 17, Brown apura la marcha de la “Hércules” para dar caza a las naves enemigas y así intercepta a dos buques que se vieron obligados a buscar refugio y luego fueron detonados por su propia tripulación.

Sobre Montevideo cundió la triste realidad: sus fuerzas habían sido derrotadas. Una fragata, una corbeta, un bergantín y una goleta de la Real Armada Española habían sido apresados por la Escuadra de las Provincias Unidas del Río de la Plata; otros dos buques fueron destruidos por sus tripulantes y los prisioneros superaban los 500 hombres; además se habían capturado numerosas armas y municiones.

El General San Martín, que poseía una amplia visión de la importancia del poder marítimo, en carta que le dirige al General Guido, en 1815, expresa: “El triunfo sobre la Escuadrilla Realista es lo más grande que ha hecho hasta el presente la Revolución Americana”.

Cabe al Almirante Guillermo Brown haber decidido esta campaña rioplatense y el haberlo logrado solamente a fuerza de coraje y energía. Tras la victoria de Montevideo y una vez consolidada nuestra Independencia en 1816, la Armada Argentina comenzó a desarrollar su misión fundamental de la defensa de nuestra soberanía en el Mar Argentino.

Es así como la Armada Argentina, desde los días iniciales de la Patria, está profundamente comprometida con la libertad y la dignidad soberana de su pueblo, convirtiéndose en una de las principales herramientas de la política exterior nacional.

Guillermo Brown, en 1815, ya famoso, inició su épico crucero corsario por el Pacífico. Partió contra órdenes del Gobierno, cuyas autoridades no le eran tan afectas como las anteriores. Su crucero constó de aventuras increíbles, capturó valiosas presas, atacó El Callao con tres fuertes y doscientos cañones, casi toma Guayaquil y llegó hasta Colombia, mostrando el pabellón azul y blanco por el Pacífico. Toda la costa española se agitó inquieta por las noticias de su paso; y los patriotas que esperaban pacientemente, lo sintieron heraldo de libertad.

Esta expedición estaba conectada con la del General San Martín, para lo cual debía tomar un puerto de Chile. Como San Martín se retrasó, fue que decidió dirigirse al norte, considerando esta campaña con espíritu continental. Luchaba por la libertad de América del Sur, como San Martín y Bolívar.

Padre de la Armada Argentina

El 17 de mayo se rememora el triunfo de la fuerza naval al mando del Almirante Guillermo Brown en el “Combate de Montevideo”, sobre la escuadra realista que dominaba hasta ese momento las aguas del Río de la Plata.

Este triunfo de nuestra Armada tuvo como resultado: la toma de la plaza de Montevideo por los patriotas; se fijaron las bases para que fuera posible la Declaración de la Independencia, puesto que los patriotas a partir de ese momento ejercieron el dominio del territorio nacional; se frenó la injerencia portuguesa en el Río de la Plata; fortificó la guerra de recursos de Güemes y demás combatientes en el Alto Perú; convirtió al Río de la Plata en una vía de agua bajo el poder nacional, facilitando el comercio y proveyendo de recursos de todo tipo a la Revolución; y al quedar libres las tropas sitiadoras de Montevideo, fue posible reforzar el Ejército Auxiliar del Alto Perú y se facilitó la organización del Ejército de los Andes.

El nombre de Guillermo Brown se encuentra entre los de los hombres con virtudes heroicas y de carácter elevado en la epopeya que nos precedieron y nos legaron, entre otras cosas, la libertad; dejando su espíritu en la Armada que fundaron. Guillermo Brown, nuestro primer Almirante, es considerado, honrado y homenajeado por tanto, el Padre de la Armada Argentina.

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