Se cumplen 68 años del fallecimiento del Vicealmirante Marcos Zar quien, con el desarrollo de su extensa carrera, sentó las bases de la Aviación Naval de la Armada Argentina.

Los días del Vicealmirante Marcos Zar finalizaron el 19 de septiembre de 1955. En su homenaje se sancionó el Decreto Ley Nº 2.578, en el cual se lo nombró como uno de los “Fundadores de la Aviación Naval”.

Marcos Antonio Zar nació en cercanías a Venado Tuerto, provincia de Santa Fe, el 31 de mayo de 1891 y desde pequeño sintió un gran interés por el mar y fue así que, con apenas 15 años, ingresó a la Escuela Naval Militar. Se materializó su primer sueño el 11 de marzo de 1911 al egresar como Guardiamarina.

Al comienzo de su carrera naval, fue destinado primero en el crucero “Buenos Aires”, luego en los cruceros acorazados “San Martín”, “Garibaldi” y “Pueyrredón”, por ese entonces, las unidades más poderosas de la Armada.

En 1913 –promovido a Alférez de Fragata– fue destinado al acorazado “Rivadavia”, una de las naves con mayor poder de fuego. Allí, Zar pudo lucirse como artillero y obtener por su desempeño el ascenso a Alférez de Navío y el premio del diario “La Prensa” de Buenos Aires al mejor puntaje en la ejercitación de tiro naval.

En 1916 los Estados Unidos de Norteamérica cursaron una invitación a la Armada Argentina para que un grupo de sus oficiales realizara una serie de cursos en institutos de la Marina de ese país a fin de adquirir conocimientos en artillería, comunicaciones, armas submarinas y aviación. Para el servicio aeronáutico fueron designados los Tenientes de Fragata Ricardo Fitz Simón y Ceferino Pouchan, y un joven y destacado artillero, nada menos que el Alférez de Navío Marcos Zar. En septiembre de 1917 obtuvo el brevet internacional Nº 96 como Aviador Naval del curso de pilotos aviadores navales que realizó en Pensacola, Florida.

Ya graduados, el entonces Ministerio de Marina pidió autorización para que participaran como observadores en el teatro de operaciones durante la Primera Guerra Mundial, realizando vuelos operativos. Su participación contribuyó a su formación profesional, trasladando a su regreso esos conocimientos al resto de los aviadores que se fueron formando en nuestro país.

En marzo de 1919, llegó al país la Misión Aeronáutica Italiana, que instruyó al personal de la Marina con aviones construidos en Italia. El 1º de noviembre de 1919, con la donación por parte de la misión italiana de dos hidroaviones Macchi M-9 y dos Macchi M-7 más un hangar para alojarlos en San Fernando, se marcó un hito en la historia de la Aviación Naval Argentina y la figura de Zar fue clave.

En diciembre de ese año participó con algunas de esas aeronaves recientemente incorporadas en las ejercitaciones de la Escuadra de Mar junto a otros pilotos navales, comenzando así las operaciones navales integradas en la Armada Argentina.

Al regreso a San Fernando el 19 de diciembre, batió un récord de velocidad y distancia sobre el mar. Meses después batirá un nuevo récord sobre grandes ríos llegando a Asunción de Paraguay. Sus proezas continuaron, llegando a unir Buenos Aires con Ushuaia, entre otros importantes sobrevuelos de nuestro territorio nacional.

El 30 de marzo de 1920, el entonces Teniente de Fragata Zar se embarcó nuevamente a los Estados Unidos de Norteamérica. Bajo su supervisión tres oficiales del cuerpo general, dos oficiales ingenieros y diez suboficiales y cabos, realizaron el nuevo curso de pilotos aviadores navales y se especializaron en diferentes ramas de la Aviación Naval.

Asimismo, formó parte de la primera Plana Mayor de la Escuela de Aviación Naval de Puerto Belgrano, ejerciendo el cargo de Jefe de Plana y Maniobras Aeronáuticas; también fue Comandante de la Fuerza Aeronaval Nº 1.

Con humildad, constancia y la convicción de servir a la Patria desde el aire y sobre el mar, el Vicealmirante Zar desarrolló una extensa carrera, sentando las bases de la Aviación Naval de la Armada en sus inicios con su libro “La Marina y la Aviación Integral”.

Su ejemplo, al igual que el resto de los fundadores de la Aviación Naval, se enseña hoy en las aulas a los nuevos pilotos. “El Aviador Naval es, ante todo y por doctrina, un marino, al que su vocación por el vuelo lo empeña en el empleo de la aviación para la defensa de la Patria en el mar”, reza el axioma que ha mantenido, desde su creación, la Escuela de Aviación Naval en la Base Aeronaval Punta Indio.

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