Hacia el último tercio del siglo XIX, la organización social y política del país, la modernización en los sistemas de producción, la inmigración y la expansión hacia el sur llevaron a la Argentina a un período de prosperidad sin precedentes. Por entonces, la integridad territorial de la Argentina se vio amenazada por el surgimiento de […]

Hacia el último tercio del siglo XIX, la organización social y política del país, la modernización en los sistemas de producción, la inmigración y la expansión hacia el sur llevaron a la Argentina a un período de prosperidad sin precedentes.

Por entonces, la integridad territorial de la Argentina se vio amenazada por el surgimiento de conflictos limítrofes con Chile, que dieron origen a una carrera armamentista en la cual nuestro país inició una serie de adquisiciones de buques de última generación. El prototipo de buque de guerra por excelencia era el acorazado y con la llegada de los primeros de estas características comenzó a plantearse la urgente necesidad de un complejo portuario militar que concentrara en su seno diques, talleres y arsenales.

Por otro lado, los egresados de las primeras promociones de la Escuela Naval que pretendían dejar atrás la concepción de una nación fluvial y proyectarse hacia el océano, habían alcanzado las jerarquías que les permitían poner en práctica sus proyectos. Tras largos e intensos debates en el seno de la Armada y del gobierno, por decreto Nº 3450 del 30 de noviembre de 1896 se decidió la construcción del primer Puerto Militar del país.

El capitán de fragata Félix Dufourq, en contra de las tesis que proponían que el Puerto Militar debía asentarse en las inmediaciones de Mar del Plata o Buenos Aires, aducía que el mismo debía ser construido en un puerto natural de aguas profundas y, que en caso de guerra, no expusiera la riqueza y los poderes de la Nación, como habría de suceder si se elegía alguno de estos lugares.

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