Relatos de Guerra

Las cartas sin leer

Suboficial Mayor VGM (RE) Mercedes Nicolás Toledo a bordo del transporte de tanques ARA "Cabo San Antonio".


viernes 12, abril 2024

El mensaje fue tan corto, como contundente. Los ojos vidriosos eran de orgullo y la euforia se tornó incontenible. Lo recibió Mercedes Nicolás Toledo, entonces Suboficial Segundo encargado de las comunicaciones del buque de desembarco ARA “Cabo San Antonio”.

Decía: “A partir del día 2 de abril, a las 11:20hs, en las Islas Malvinas flamea el Pabellón Nacional. Misión cumplida.”

En ese momento Toledo ya no pudo pensar en nada más. Su emoción era total. También el desahogo por tantos días de tensión. “Nos costaba creer que estuviéramos allí y que hayamos izado nuevamente la bandera nacional. Por un momento hasta pensé en que mi próximo destino podría ser, por qué no, la Base Naval Malvinas”, confiesa con una mueca en la comisura de su boca.

En la bahía Groussac, mirando Puerto Argentino, repasó en su cabeza los días que vivió hasta llegar a esta operación. Hoy, 42 años después, vuelve a recuperar esos recuerdos para nosotros… “Veníamos de unos adiestramientos muy intensos. Llegábamos de uno y salíamos a otro. Trabajábamos en todos los roles, pero nada hacía suponer que eran previo a un conflicto”, revela.

Tras la última Etapa de Mar, el 25 de marzo amarraron en Puerto Belgrano. “En esos días nadie sabía absolutamente nada. Una de mis tareas era el manejo de la correspondencia clasificada. Me mandaron a buscar unos sobres de esa condición al Comando de Operaciones Navales; el 27 pusieron en funcionamiento un plan de llamadas para que toda la dotación se presente en la Unidad”, cuenta el hoy Suboficial Mayor VGM (RE) Mercedes Nicolás Toledo.

La última noche subió al Puente de Comando para tomar un poco de aire y vio ingresar a la dársena una columna de vehículos. “Eran un montón de luces sobre el camino estratégico entre Baterías y Puerto Belgrano. Me llamó un poco la atención que, tras su paso, personal del Batallón de Seguridad cerró todos los ingresos. De inmediato empezamos a cargar los vehículos en el buque, y también a una división pequeña del Ejército”.

El alistamiento continuó hasta que zarparon, a las 12:30hs. Víveres, agua, combustible como nunca habían cargado, munición y mucho personal y material. “Se ordenó el rumbo Sur y minutos después al Comandante le llegó la directiva de abrir el sobre Nº1, que eran los de la operación. Ahí le ordenaban una derrota y horas después nos alcanzaron los otros buques conformando lo que se llama una cortina antisuperficie, antiaérea y antisubmarina”, explica el Suboficial.

Esa tarde el destino cambió para siempre la vida de Toledo. El Comandante llamó por difusor a los Suboficiales y Cabos Principales a una reunión. Les dijo: “Señores, la Armada me ha encomendado una misión y la tengo que cumplir. Vamos a desembarcar en Malvinas. Si tengo que dejar el buque en la playa lo voy a dejar, pero la tropa va a desembarcar. Voy a cumplir la misión, así que a partir de este momento cada uno de ustedes tome consciencia y piense en todo lo que tiene que hacer en su puesto de combate”. El supuesto ejercicio era ahora una misión real para recuperar las islas.

Cuenta que tras la novedad el “humor” del buque cambió por completo. Las chanzas que solían jugarse entre camaradas en algún cruce de pasillos desaparecieron. “El buque se tornó muy silencioso. Con la mirada nos decíamos todo. Estábamos concentrados en verificar cada detalle”.

Durante la navegación, por su rol en el buque Toledo asistió a cada reunión de planeamiento de las autoridades, lo que lo convirtió en testigo privilegiado de hechos importantes como cuando se decidió el nombre definitivo de la operación. “En un principio se llamaba Fénix, pero en un momento el Teniente Coronel Seineldín, a cargo del grupo del Ejército, le solicitó al Contraalmirante Busser cambiarle el nombre dado que la harían bajo la advocación de la Virgen del Rosario. La solicitud fue aceptada y así fue que pasó a llamarse Operación Rosario” detalla sonriendo emocionado Toledo.

También atestiguó el cambio del día D, cuando a causa de un temporal que describe como “nunca visto” la tropa se vio afectada por el mal de mar. En la mesa de planeamiento se trasladó la fecha del desembarco prevista para el primero, al 2 de abril a las 6:30hs. “Yo había navegado muchísimas veces en esa zona con distintos buques, y nunca viví algo así. Fue increíble, no se podía estar ni parado, con rolidos que en el ‘San Antonio’, por no tener quilla, llegaron a superar los 40 grados. El buque trepaba las olas y golpeaba muy fuerte, al punto que daba un poco de miedo”, revela Toledo, agregando que luego hubo que recomponer a la gente de la descompostura y verificar la carga que se había soltado de sus cadenas por la violencia del movimiento.

En cercanías de Malvinas el ARA “Cabo San Antonio” se separó junto a la corbeta ARA “Drummond” para ingresar navegando a la bahía Groussac. Los buzos tácticos, desembarcados la noche anterior desde el submarino ARA “Santa Fe”, liberarían la playa de cualquier defensa inglesa. “Fue un momento de mucha tensión en el Puente de Comando. Los buzos nos tenían que avisar que la playa estaba despejada y ya íbamos entrando a la bahía con la ‘Drummond’ adelante y no había ninguna señal, pero pronto llegó”, describe Toledo.

El buque de desembarco de tanques avanzó con el portalón abierto. “Lanzamos el primer vehículo con quien tendríamos la única comunicación para verificar si el fondo era apto o no para salir. Ni bien lo confirmó salieron el resto de los vehículos con la tropa. Cada uno tenía una tarea asignada”, detalla el Suboficial.

En ese momento, un disparo de mortero efectuado desde la costa picó a unos 50 mts. a popa del buque de desembarco. De inmediato la corbeta, que observaba la situación, giró su cañón y efectuó un disparo intimidatorio sobre las rocas. Casi de inmediato llegó la señal de que esos ingleses habían sido tomado prisioneros. “Hubiera sido un gran peligro si la munición pegaba en la cubierta del buque porque llevábamos mucho combustible y municiones. Gracias a Dios no pasó nada”, sonríe Toledo.

Durante horas, quizás las más largas de sus vidas, todos quedaron expectantes. No habría una sola comunicación hasta las 10hs, cuando se rompió el silencio de radio para informar que Giachino, García Quiroga y Urbina habían sido heridos. “Allí comenzamos también a comunicarnos con todas las Unidades para verificar que cada una logró cumplir su tarea”.

Luego del mensaje del Comandante de Operaciones Navales de que ya ondeaba el Pabellón Nacional en el mástil principal de Malvinas, el “Cabo San Antonio” fue el único que amarró en Puerto Argentino. Fue para recuperar pertrechos y vehículos. “Pude bajar en el muelle y mirar un poco cómo era. Allí me encontré con un suboficial que había desembarcado y había recuperado la oficina de correo, que era entonces algo estratégico. Le pregunté si no me podía despachar una carta para mi esposa, que no sabía nada, así que se la di”. La carta fue una de las primeras en salir de las islas y llegó a la casa de Toledo con el matasellos de Malvinas.

En el mismo atardecer del 2 de abril el ARA “Cabo San Antonio” zarpó de Malvinas hacia el continente. Llegaría a Puerto Deseado, donde cumpliría otras misiones como la búsqueda y el apoyo al aviso ARA “Alférez Sobral” luego de que fuera atacado, y se mantuvo en la zona hasta la finalización de la guerra.

Mercedes Nicolás Toledo regresó de Malvinas un 19 de junio de 1982, siendo uno de los protagonistas silenciosos de la Operación Rosario. También del grito irrenunciable sobre nuestras islas. Nunca pudo ir destinado a su imaginaria Base Naval Malvinas, pero cree que alguien algún día lo hará. Tampoco pudo volver a leer las cartas que le envió a su esposa durante la guerra…

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