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El último viaje del General José de San Martín: cuando el mar trajo de regreso al Libertador
domingo, 17 de agosto de 2025
A bordo del vapor “Villarino”, en 1880 la Armada Argentina repatrió los restos del héroe a su tierra. Pocas escenas condensan tanto sentido patriótico como ésta, en la que el mar fue testigo y custodio de su regreso.

Sería una sepultura provisoria. La intención era cumplir el último deseo de San Martín expresado en su testamento: “Desearía que mi corazón fuese depositado en el de Buenos Aires”. Comenzó a plantearse el tema del traslado de los restos a la Argentina, cumpliendo con su voluntad póstuma.
A pedido de la hija del prócer, el 21 de noviembre de 1861 se trasladó el féretro a la bóveda de la familia de su esposo, el médico argentino Mariano Severo Balcarce, en el cementerio de Brunoy, en las afueras de París.

En agosto de 1864, en nuestro país se sancionó una ley que autorizaba al Poder Ejecutivo a hacer los gastos que demandara la traslación a la República de sus restos.
Más de una década después, el 5 de abril de 1877, aniversario de la Batalla de Maipú, el presidente Nicolás Avellaneda instó al pueblo a repatriar los restos del Libertador, señalando que sus cenizas no debían permanecer por más tiempo fuera de la Patria: “Los pueblos que olvidan sus tradiciones pierden la conciencia de sus destinos, y los que se apoyan sobre tumbas gloriosas, son los que mejor preparan el porvenir”.
El pueblo argentino aportó mediante colectas populares y fondos nacionales, para la construcción de su mausoleo en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires. Asimismo, se conformó la Comisión Central de Repatriación de los Restos del General San Martín.

El 25 de febrero de 1878, centenario del nacimiento del prócer, se realizó un tedeum en la Catedral porteña que concluyó con la colocación de la piedra fundamental del sepulcro encargado al escultor francés Auguste Carrier Belleuse.
Finalmente, el 21 de abril de 1880 sus restos fueron exhumados en Brunoy y el ataúd transportado a París, a 35 kilómetros de distancia. En la capital francesa fue subido en un tren expreso dispuesto especialmente a efectos de transportarlo junto a la comitiva e invitados a la ceremonia en El Havre. En el puerto de la ciudad francesa, a orillas del Canal de La Mancha, esperaba desde principios de abril el vapor “Villarino”, flamante buque de guerra de la Armada Argentina.

A las 9 de la mañana el convoy dejó la estación Saint Lazare del Ferrocarril del Oeste. La comitiva incluía al yerno de San Martín, el ministro Mariano Balcarce, a quien el Gobierno Nacional había designado como representante oficial de la administración argentina, a los efectos de ocuparse de los trámites y preparativos para la ceremonia de embarque del féretro.
Al llegar a las 14 horas a la estación de El Havre fueron recibidos por la Plana Mayor del “Villarino” y las autoridades locales. Luego se trasladaron a la catedral de Nuestra Señora, donde esperaban los restos del Libertador.
Tras la ceremonia religiosa y el responso, el cortejo marchó rumbo al embarcadero Bassin du Roi. Después de labrarse el acta de entrega del féretro en la que Mariano Balcarce entregaba los restos del General San Martín al Comandante del “Villarino”, Capitán Ceferino Ramírez, para su embarque y traslado a la República Argentina, a bordo se leyeron los discursos de despedida.
El Regimiento 119º rindió honores militares cuando el ataúd, cubierto con las banderas de Argentina, Chile y Perú (países por cuya libertad había luchado), quedó depositado en la capilla ardiente preparada en la cubierta del “Villarino”. Tras la partida de los visitantes se embarcaron cajones conteniendo las piezas del mausoleo.
Acompañado por una salva de 21 cañonazos, el 22 de abril a las 9 de la mañana zarpó del puerto el “Villarino”, buque que unos meses antes había sido botado -el 24 de febrero- en Liverpool y recibido oficialmente el 7 de abril por el jefe de la comisión naval argentina en Inglaterra. Clodomiro Urtubey. y el ministro Manuel Rafael García Aguirre, tras ser construido en los astilleros Cammell Laird, del Reino Unido.

A este flamante vapor, con una tripulación de 50 hombres, entre ellos su segundo comandante, el Capitán Daniel de Solier, y el Subteniente Manuel José García-Mansilla, se le había encomendado la honrosa misión de llevar los restos del prócer argentino desde Francia a Argentina, convirtiéndose además en un hito en la historia naval argentina al ser el primer buque de guerra de la Armada que trasladaba tripulación desde Europa al país.
El vapor arribó a Montevideo el 17 de mayo; por unos días debía permanecer allí mientras se completaban los preparativos para recibirlo en la capital. El 28 de mayo, el “Villarino” fondeó finalmente en la rada interior del puerto de Buenos Aires, por su calado no podía llegar hasta el desembarcadero indicado. La batería “Once de Septiembre” contestaba las descargas que de hora en hora hacían los otros buques de la Escuadra Nacional.
Partiendo del muelle de Catalinas (zona de Retiro), en la lancha a vapor “Talita”, los miembros de la Comisión de Repatriación se dirigieron hasta el “Villarino”. El féretro fue colocado en la falúa de esta unidad y remolcado por la “Talita”, seguida por una gran cantidad de pequeñas embarcaciones. Mientras, recibía el saludo de 21 cañonazos y de todos los buques de guerra surtos en el puerto y la rada.

En el muelle de las Catalinas, una compañía de cadetes y aspirantes de la Armada Argentina y del Ejército Argentino lo esperaban. Al tiempo que tronaban los cañones y doblaban todas las campanas de la ciudad, se desembarcó el ataúd, mientras era recibido en tierra con los acordes del Himno Nacional. Ese día, decretado feriado nacional, pese a la lluvia, el pueblo se agolpó en el puerto, en las calles y en la Plaza histórica.
Luego de los discursos del presidente Nicolás Avellaneda, el expresidente Domingo Faustino Sarmiento y el embajador de la República del Perú en Argentina, Dr. Evaristo Gómez Sánchez, el cajón fue colocado en una carroza fúnebre. El cortejo marchó por la calle Florida hasta la Plaza de Mayo.
Terminados los honores y el desfile, veinte soldados cargaron el sarcófago que fue depositado en la nave central de la Catedral Metropolitana, dando comienzo a la ceremonia religiosa y posteriormente el velatorio.

Después de que el pueblo le rindiera tributo durante veinticuatro horas, ese 29 de mayo, a las dos de la tarde, fue trasladado a la cripta de los canónigos donde permaneció hasta que quedó terminado el mausoleo y el General San Martín ocupara su morada definitiva, luego de tres décadas de espera. Mausoleo que fue habilitado al público el 1° de octubre de ese año.
La repatriación de los restos del General San Martín a bordo del vapor “Villarino” fue un evento significativo en la historia argentina, marcando un momento de unidad nacional en medio de tensiones políticas. En silencio, cruzando el Atlántico, el “Villarino” escoltó su legado hasta casa, quedando vinculado para siempre con la figura de San Martín.
